Los Griegos
Los griegos no inventaron nada. El mar destellaba antes que ellos. La tierra dura y accidentada estaba ahí. El fuego que habría de devorarlos, ni siquiera ellos lo provocaron. Llegaron simplemente tarde, hasta la costa. Allí se detuvieron, e hicieron sus casas y sus libros.
Ulises, como el mar, como la tierra y como el fuego, ya los aguardaba. Sólo puede atribuírseles que un día, hartos de mirar un cielo vasto y oscuro, crearon las estrellas. Pero inclusive sobre esto, a veces me asaltan graves dudas. Sin embargo, cuando las noches son claras, musicales e inmensas, todo es una evidencia: las estrellas son griegas.
Maternidad
La muñeca era un prodigio de la moderna juguetería: caminaba, hablaba, sacaba su lengüita, parpadeaba.
La niña, amorosa, la acunaba sobre su regazo.
La muñeca, ingrata, de un mordisco le arrancó el incipiente pezón.
Triste historia de amor.
Con hábiles y primorosos plegados hacía pajaritas de papel, y a solas, en la intimidad de su cuarto, les enseñaba a volar.
Una tarde de invierno, un fuerte viento abrió la ventana, y en la ráfaga propicia escaparon en bandada las pajaritas.
Desengañado y dolorido, el hombre dobló muy delgado y largo su más fino papel, y con él se atravesó el corazón.
Cuarto menguante
Se diría que la uña del gigante la pusieron los gnomos en el cielo.
¡Hasta el próximo!...