Algo sabía Franz Kafka de la mala reputación de las cucarachas cuando decidió darle a la pesadilla de Gregor Samsa -protagonista de la Metamorfosis- la forma de uno de estos artrópodos.
Lo que resulta difícil de creer es que esta cucaracha "ya no pueda caminar" -incluso, aunque no tuviera "marihuana que fumar"-, ya que estos bichos se adaptan a casi cualquier ecosistema y resisten prácticamente todo: hibernan si las condiciones no son favorables; soportan hasta un mes sin agua y, si llegan a necesitarla, pueden absorberla del medio ambiente; comen de todo; sobreviven semanas sin cabeza y terminan muriendo por falta de alimento. Además, estos insectos -de los que existen más de 3,500 especies y, por fortuna, sólo 40 pueden invadir nuestros hogares- aprenden a evitar los lugares en los que hay veneno y, lo peor de todo, se reproducen a un ritmo alarmante. Pese a que una de las características que define a todas las plagas es la rapidez con la que se propagan, todo desastre genera señales previas de arribo.
Esta es mi crónica Kafkiana de un ataque de voraces y deformes criaturas.
En mi caso las advertencias se dieron a manera de ruidos sólo audibles a partir de la una o dos de la mañana, justo después de apagar la televisión y abandonarme al sueño. Durante los primeros 10 ó 15 minutos de vigilia, escuchaba, cada vez con más frecuencia, intermitentes crispaciones que parecían venir de un lugar no muy lejano. Intuí la presencia de turbulencias que, agazapadas en la oscuridad, preparaban el inminente ataque.

Por cierto, las cucarachas, en especial las de la variación conocida como americana, son alucinantemente rápidas, pueden escalar sin dificultad paredes y techos. Las cucarachas son nocturnas y pasan 75% de su vida en refugios (grietas, rendijas), por estos motivos, varios especialistas en control de plagas sostienen que por cada una que uno ve, puede haber 200 ó más escondidas. La pregunta, obvio, es dónde. Por eso chequé coladeras, fregadero, lavabo, rincones, y nada. No había nada. "Seguro se coló cuando abrí la puerta", pensé.

Por la mañana compré diferentes insecticidas "mata cucarachas". Vacié las latas por toda la casa. ¡Coman esto hijas de puta! Tanto insecticida me obligó a salir todo el fin de semana. Dormí en el departamento de mi hijo y volví a soñar con infiernos.
Pensé en no regresar a mi casa, ¿para qué?, deseché la idea al cabo de unos segundos.
Mi casa es mi casa.
Domingo, de regreso a mi hogar. La casa estaba en penumbras, sentí la presencia de algo o de alguien que me llenó de miedo, de angustia...

¡Hasta el próximo!
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