Las buenas o malas
decisiones no vienen del cerebro… ¡son hormonales!
Por cuántas decisiones nos felicitamos! Por cuántas nos perseguimos y castigamos.Y, sin embargo, poco tenemos que ver en esas
elecciones. ¿Sabían que decidir es un hecho primordialmente inconsciente? ¿Y que, casi un 95% de las decisiones ocupan esa región del cerebro?
Más allá de lo que creímos por siglos, es el cuerpo, el organismo, quien decide
por nosotros. Por lo que, antes de dar el sí o el no a determinado proyecto, en
vez de estar pendientes de cómo está nuestro estado de ánimo, lo que deberíamos hacernos es un recuento hormonal como
para entender por qué tenemos tal o cual impulso. ¿No nos
ahorraríamos problemas?
Testosterona. Oxitocina. Cortisol.
La primera nos llena de confianza,
aumenta la autoestima y nos
empuja a decidir pensando sólo en nosotros, sin medir las consecuencias, ni los
riesgos para el resto del mundo. Por el contrario, si nos falta, nos volvemos más indecisos.
La oxitocina,
por su parte, tiene sobre las personas un efecto contrario al de la
testosterona. Es ella la que nos lleva a establecer relaciones de confianza y acercamiento con los
otros. Nos
hace ser más cooperativos. Pero a no desmerecer una u otra.
El estado ideal
para tomar una decisión es el de equilibrio entre ambas, con la silenciosa
presencia del cortisol, la hormona vinculada al estrés y al valor a la
hora de tomar decisiones, de enfrentarse a los peligros.
Es bueno saber que uno no está tan solo al tomar decisiones. Que
hay todo un coctel de hormonas en movimiento,
qué mejor que tener a mano alguna explicación que nos excuse y
nos permita compartir las culpas con nuestras hormonas.
Es un buen pretexto, ¿no creen?