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Nombre: Mr. Woodstock
Ubicación: México, Distrito Federal, Mexico

Escritor, Publicista, Consultor, Aventurero, Alegre, Amigable, Filósofo.

jueves, abril 19, 2007

Contaminación

Hace mucho tiempo -¿cuánto?- que, al levantar la cabeza y fijar tu mirada en el cielo, no ves su antiguo azul, si es de día. Vives en una gran ciudad y respiras su aire denso, pastoso, un aire que ha sufrido la terrible encarnación terrera. Esto es: un aire envenenado. Un aire mortal que te envuelve, te arropa, te cubre de una corteza, como de barro negro, que terminará por darte una presencia fantasmagórica, de estatua con derecho a lentos y angustiosos desplazamientos. Es un aire que, sin duda, ya estaba previsto en el Apocalipsis y que ya está, en este momento, exterminando a la humanidad, a la flor y a la bestia.

Si es de noche y levantas la cabeza al mismo cielo, no verás más estrellas que aquellas que se producen dentro de ti como resultado del choque que experimentas constantemente contra algo inevitable y cercano: árbol, ser humano, muro (de las mentaciones) o artefacto del DDF -Ponga la basura (de sus ojos) en su lugar.

¿Ves? ya no ves. Ves que no ves, paradójicamente; y al comprobar la horrible realidad que te envuelve, quedas como terrificado: mezcla de tierra y terror. Piensas: dentro de un tiempo corto, ¿qué será de la doble perdición del hombre? Del hombre perdido por dentro, buscando en Dios la respuesta a la inutilidad de su negro destino. ¡Tan imprevisto! Y del hombre perdido por fuera, en la oscuridad de la noche del día nublado por la contaminación, perdón, por la civilización y el progreso. Por esa nublazón. Por esa cerrazón. Por esa asfixiante oscuridad fermentada que terminará, dentro de unos segundos, por igualar la facultad visionaria del vidente e invidente, evidentemente.

Comprendo tu desolada reflexión, como comprendo la desolada reflexión teórica de los otros. Tu espanto es mi espanto. Yo, como tú, estoy seriamente preocupado por esa ola negra que nos está aplastando, soterrando, mientras agita en mi memoria el aforismo de Jules Renard, tan lleno de luz profética, de negro presagio... "El hombre, ese topo de la atmósfera".

Es más fácil organizar una conferencia sobre la contaminación del medio ambiente,
que agacharnos a recoger una cáscara de plátano.

¡Hasta Mañana!