Para tomar en cuenta

Pavadas navideñas
Entré a "Rostizados, S.A." y me armé de paciencia para estar ahí un buen rato... ya sabe usted como son las tiendas y sus promociones de "doble pechuga gratis". Después de una espera de 15 minutos los leños empezaron a arder y comenzó a girar el aparato. Hacía un calor infernal, pero ya era tarde como para andarme arrepintiendo.
Vi entrar a mi antiguo vecino, Héctor Buenrostro, pero creo que no me vio, o no quiso reconocerme. La verdad es que el ambiente era muy denso como para empezar con saludos y abrazos y cómo está la familia...
Di vueltas un rato, hasta que por fin una chicharra anunció que ya era hora y el encargado se puso a despachar los pedidos. No sé ni como, pero en un abrir y cerrar de ojos yo estaba en la carcacha de Héctor y emprendíamos raudos el camino a su casa.
Cuando llegamos me quitaron mi vestimenta e intercalando bocados de puré de papa y cacofonías de niños chupándose los dedos, acabaron conmigo hasta dejar tan sólo el esqueleto.

En el circo
Los sábados y domingos divertía al público introduciendo la cabeza en la boca del león. Al final del número recibía aplausos y regalaba a la fiera con la necesaria caricia en el pescuezo.
Con el tiempo se cansó de miserias. Mordíase los labios de rabia cuando, al comer las migajas de su pequeño plato, veía al domador pasando con los filetes de carne. Para vengarse, no acarició más el pescuezo de la fiera. Un día le pisó la cola con fuerza.
El sábado siguiente se presentó en la pista con su uniforme de gala. Al entrar a la jaula no se asustó con el rugido. Fue con desconsuelo y resignación que enterró la cabeza en la enorme bocaza oscura. Esa noche no habría aplausos.

¡Feliz cena de Noche Buena, disfrútenlos mientras comen!...